Se hizo adicto a las pastillas, intentó robar farmacias, se volvía paranoico con una pistola encima, e incluso provocaba accidentes, por lo que estuvo en la cárcel siete veces.

Cash fue llevado por su esposa a esa congregación, después de más de una década de estar apartado de la iglesia. El cantante había sido criado en una granja de Arkansas en los años treinta, donde iba con su madre a la Iglesia de Dios, que es una denominación evangélica pentecostal, aunque ella era metodista y su abuelo pastor bautista. El predicador de aquella iglesia le aterrorizaba, porque "gritaba, lloraba y jadeaba terriblemente". Aquel hombre joven se bajaba a menudo del púlpito para pasearse en medio de la congregación, y cuándo menos te lo esperabas agarraba a alguien por las solapas, y lo levantaba del asiento, vociferándole a la cara: "¡Arrepiéntete!". Tras llevar así a alguien a rastras, no era raro que muchos les siguieran, hasta no quedar ya ningún sitio en las escalinatas del púlpito. El músico recordaba en la iglesia ver "mujeres llorando, riendo, gritando y gesticulando con las manos levantadas". Esas "convulsiones con que se revolcaban por el suelo, los gemidos, los temblores y los espasmos musculares de que eran objeto", dice que le "aterrorizaban aún más", mientras se agarraba con fuerza al banco. Lo extraño es que recuerda que el rostro de su madre "irradiaba felicidad cada vez que abandonaban la iglesia". /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre "Johnny Cash: El hombre vestido de negro" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/johnny–cash

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