La tensión silenciosa que mantiene el largometraje de Eggers es algo hipnótico

Si en –El Faro– notamos el trabajo literario de Eggers a través de las anécdotas y maldiciones del viejo Wake, en –La Bruja–, son las plegarias las que dan fe del esfuerzo de los creadores por comprender quiénes eran y cómo pensaban estas primeras familias inglesas en el continente americano. –Merezco sufrimiento en esta vida y el fuego eterno. Pero te ruego por Tu Hijo que me perdones–, dice Thomasin (Anya Taylor–Joy) en primer plano, en un acto de confesión íntimo y sincero impregnado de citas bíblicas. Sin embargo, en contraste con las –películas cristianas–, aquí no nos vamos a encontrar con el –milagro predecible– o con la piedad repentina de los nuevos conversos tras sus buenas plegarias. Justo después de la oración, Samuel, el hermano de Thomasin, desaparece inexplicablemente. A pesar de ello, en lugar de ceder ante las expectativas del gran público creando una caricatura simplista de los puritanos como obsesos de un Dios severo y cruel, Eggers continúa el relato ciñéndose a sus fuentes y nos regala una de las oraciones más conmovedoras e impactantes que se han escuchado en el cine. Thomasin se acerca donde yace su madre abatida por la pérdida de su hijo pequeño y un breve susurro se eleva por encima de su llanto: –y que Tu Espíritu Santo venga sobre mí, para que me enseñe que Tu eres mi Padre y yo soy Tu hija–. De esta manera, el director nos presenta de forma excepcional la tensión constante entre la esperanza que nos anuncia el evangelio de Jesucristo y la incertidumbre que trae consigo la muerte y el dolor en la vida de todo creyente. /// Dani Sazo nos habla hoy en entrelineas.org sobre "Robert Eggers y las torres de sombra en El Faro" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/robert–eggers

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