La parábola preferida de Donna, se suele conocer como el hijo pródigo (Lucas 15:11–32), a pesar de que Jesús comienza su historia diciendo que un hombre tenía dos hijos.

Yo tenía entonces diecinueve años. Hacía un programa para la COPE –gracias a Luis Alfredo–, llamado Góspel Club FM, mientras estudiaba periodismo en el edificio gris de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Estaba en aquella época entretenido con músicos cristianos, en medio de la vieja discusión entre lo sagrado y secular que ahora me aburre tanto. La música de Donna Summer nunca me ha interesado especialmente, ni siquiera en los años ochenta –cuando vendía millones de discos y llenaba las pistas de todo el mundo–. Como chico de iglesia que era, no solía frecuentar discotecas. Y los ritmos de baile, como todo el mundo sabe, no es música simplemente para escuchar. Era otra cosa lo que me fascinaba de esa mujer, que conocí en Inglaterra, a principios de los años ochenta. Lo que me atraía de ella, era la opción de alguien que había llegado a la fama en la industria del entretenimiento, pero que al encontrar una fe auténtica, no quería convertir su condición de estrella en una excusa para ser un tipo especial de cristiano, o una plataforma para la promoción evangélica. Esa posibilidad, sencillamente, no la había contemplado hasta entonces. Por eso quiero dedicar estas líneas a una mujer que –como ha dicho su familia– tenía ′muchos dones, pero el mayor de ellos era la fe′. UN DON EXTRAORDINARIO Como dice la escueta nota que ha dado a conocer su muerte, ′su más grande don fue la fe′. Lo fue desde que nació en 1948 en Boston. Se crió en una congregación, al extremo sur de la ciudad, de la Iglesia Metodista Episcopal Africana, una denominación protestante afroamericana –fundada en Filadelfia en el siglo XIX, a causa del racismo que había en la Iglesia Metodista–. A ella asistía LaDonna –como se llamaba realmente, LaDonna Adrian Gaines– con sus seis hermanos. Cantaba en el coro desde los ocho años y estaba tan comprometida con esta congregación, que le mandaba el diezmo de todo lo que ganaba, a pesar de llevar décadas viviendo en Nashville. Su padre era un carnicero, que tenía un ministerio en la iglesia. ′Yo sé que mis padres oran por mí′ –decía en aquell (...) /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre "La vuelta a casa de Donna Summer" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/donna–summer

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