Es evidente que los Fenholt se beneficiaron mucho de la amistad con los Dalí

Los libros de recuerdos suelen estar además, redactados por otra persona, aunque rara vez aparece su nombre. En ocasiones el –escritor fantasma– se menciona en letra pequeña en la primera página, pero más en los agradecimientos –como en este caso, donde se menciona a dos mujeres que no deben ser profesionales, porque no dan una sola fecha, ¡ni siquiera del año de su nacimiento! –. Las prevenciones son aún mayores cuando estamos ante un género tan peculiar como el del –testimonio de conversión–. Es cierto que hay clásicos como el de Agustín, pero lo que abundan son las distorsiones, exageraciones y como se ha demostrado estos últimos años, auténticas imposturas. El lector de este tipo de literatura no suele ser muy crítico. Aunque se supone que escriben para no creyentes, los que suelen comprar estos libros son aquellos que ya están convencidos y en asuntos de fe pueden llegar a tener una credulidad sin límites. Les da igual que la persona diga que ha sido –satanista, reina de las brujas–, ha estado –muerta– y ha regresado, o ha sido –perseguida– por cualquier –poder en la sombra–. Nadie va a comprobarlo, a no ser que se dedique a –la caza de herejes–. En el mejor de los casos, además, adolecen de un exceso de ego, que se enorgullece de cualquier logro, o hace aún más vergonzosa su vida, antes de la conversión. Son el tipo de –testimonio– que consiste en lo que el predicador del siglo XIX, Spurgeon, llamaba –echar flores sobre tu tumba–. /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Jeff Fenholt y la fe que nos salva" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/jeff–fenholt

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