Lo que Schaeffer había fundado en las montañas de Suiza era una comunidad y no un simple centro de estudio

Todos esos académicos que intentan evaluar la obra de Schaeffer, olvidan que no eran un profesor de seminario o universidad. Como dice Edgar, –tomaba ideas de aquí y allá–. Citaba nombres, pero sus libros –no son manuales de estudio con notas a píe de página, sino una colección informal de perspectivas de la Escrituras, personas, artículos, recortes y sus propias intuiciones–. ¡Ese era el genio de Schaeffer! Es por eso por lo que algunos le leemos todavía, mientras que tanta obra académica nos sigue resultando insoportable. Para alguien como Edgar –estudiante de Harvard, que iba a L′Abri una y otra vez–, le sorprendía que, aunque le gustaba jugar a adivinar lo que iba a decir a continuación, a menudo no acertaba. Tenía algo impredecible, un lenguaje propio, lleno de referencias sorprendentes. Lo mismo mencionaba en una universidad como Harvard a Dylan, Jefferson Airplane o los Beatles, que a escritores como Terry Southern y Ken Kesey, o en un centro cristiano como Wheaton comentaba las películas de Bergman o Fellini. Nadie había oído a un pastor conservador hablar de esas cosas, más que con desprecio. Obvia decir que es por eso, que adolescentes como yo, leíamos sus libros. ¡No parecían –literatura cristiana–! /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "El problema real según Francis Schaeffer" de la serie Francis Schaeffer ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/el–problema–real
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