Si yo estuviese seguro de que el amor no fuese a cruzarse en mi camino, no le vería el sentido a hacer nada

"El que invita" –escribía Sören Kierkegaard sobre esa invitación– "invita a todos, y a cada uno en particular o como individuo. De esta manera se pone en marcha por los muy solitarios, un camino tan solitario que solamente uno, uno solo, y nadie fuera de él, lo conoce; en el que solamente hay un rastro, el rastro del desgraciado que huyó por ese camino: también hasta allí llega la invitación, que encuentra fácil y seguro el camino de vuelta, facilísimo, y conduce al fugitivo hacia el invitante. ¡Venid acá, venid vosotros todos, también tú y tú y tú, el más solitario de todos los fugitivos!. Así se difunde la invitación por todas partes y queda plantada en todas las encrucijadas, y llama. Y al igual que la llamada de la trompeta bélica se dirige a las cuatro direcciones de la rosa de los vientos, así resuena la invitación por todos los ámbitos donde hay una encrucijada, y no con un sonido indeterminado –porque entonces ¿quien querría venir?–, sino con la autenticidad de la eternidad". /// Pablo Fernández nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo " La autocomplacencia y la autodestrucción en Elliott Smith" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/elliott–smith
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