En Cuba suele decir que hasta las prostitutas tienen títulos universitarios

Hay tres generaciones en la película. La anterior a Tania –un nombre típico cubano a partir de la revolución, que empiezan a llamar a sus hijos con nombres rusos– es la de la abuela negra bondadosa, que vive pendiente de su hijo Aldo (Pedro Julio Díaz), un ingeniero que se dedica a quemarse las manos, montando baterías. Tras marcharse su esposa con un italiano, vive pobremente en el centro de La Habana –su casa es la anfitriona del encuentro–, rodeado de discusiones entre balcones y hasta la matanza de un cerdo en otra azotea – "esto es Cuba! –. El hijo de Aldo sólo piensa en abandonar la isla, para disgusto de su padre, que sufre con vergüenza cómo se ha convertido en un ladrón, allá donde ha tenido un empleo. Su novia es una abúlica muchacha, sin interés por nada. A la generación de la resignada abuela, le sigue la de la frustrada Tania, para ser sucedida por lo que en España llamaríamos una –ni–ni–, que ni estudia, ni trabaja. Este es el futuro, para el que se han sacrificado sus padres" /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Regreso a Ítaca: Sueños rotos en La Habana" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/regreso–a–itaca
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