El alto al fuego hace que soldados que estaban hasta ahora enfrentados, empiecen a cantar villancicos y celebren un partido de fútbol en un ambiente de solidaridad y fraternidad

Como a muchos adolescentes, esta pelí­cula me hizo pacifista. Los actuales la conocen hoy sólo por un video de Metallica. Es una historia prodigiosa, casi toda ella narrada con una voz en off. Se desarrolla casi todo el tiempo en una habitación con una figura sepultada entre sabanas. No hay explosiones, ni rí­os de sangre. Sólo la guerra desnuda, despojada de toda honra, heroí­smo e incluso cobardí­a. Donald Sutherland interpreta un Cristo fascinante, que nos enfrenta a las últimas preguntas. Una obra tenebrista, lleno de compasión y emoción, que no olvidas nunca. A principios de los años ochenta todaví­a habí­a esos grandes cines de barrio, que uní­an una enorme pantalla a un ambiente suntuoso, ya venido a menos. En esos sábados solitarios de programa doble, recuerdo haber visto la pelí­cula –Gallipolli– (1981), cuando todaví­a Peter Weir no era más que un interesante director australiano. Mel Gibson es uno de los dos corredores alistados en la campaña que ideó Churchill para sacar a Turquí­a de la guerra. A algunos les parece la mejor pelí­cula de Weir. Yo prefiero la que hizo un año después con Gibson y Sigourney Weaver, –El año que vivimos peligrosamente–. Aunque sé que los cristianos prefieren la siguiente, –único testigo–. /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Primera Guerra Mundial (III): Mata–Hari y el engaño " ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/mata–hari–y–el–engano–de–la–guerra
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