A causa de la televisión, Hitchcock va a ser muy conocido, ya que él mismo presenta y despide un programa, que vale más por esos minutos que por el episodio, normalmente dirigido por otra persona

La anécdota más conocida de la infancia de Hitchcock, la cuenta su hija Patricia. Su abuelo hizo encerrar a su padre en la celda de una comisarí­a, para darle una lección, por algo que habí­a hecho mal. Tení­a tanto miedo a los policí­as, que su hija piensa que por eso no conducí­a. Lo cierto es que, como se ve en la pelí­cula, Hitchcock nunca manejó un coche –como yo–. Lo hací­a su esposa Alma, que se convirtió al catolicismo para casarse con él en 1926. Ella trabajaba como su montadora e iban a misa todas las semanas. Dieron mucho dinero para la iglesia y la caridad católica. Patricia se casó además con un sobrino–nieto del poderoso arzobispo de Boston, el cardenal O"Connell. "Los largometrajes de Hitchcock resultan escalofriantes, no porque muestren cómo el mal asola el mundo, sino porque el mal es, con mucha frecuencia, banal y cotidiano y deambula por las calles de ciudades pequeñas o metrópolis como las nuestras", dice Greg Garrett en "El Evangelio según Hollywood". Justo la misma clase de mal que albergamos dentro de nosotros mismos... /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Alfred Hitchcock y la banalidad del mal" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/alfred–hitchcock
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