Todos somos novelistas de nosotros mismos y ofrecemos a los demás una imagen que no es siempre la verdadera

Tras la muerte de su padre, Cercas entra en una depresión, por la que es incapaz de escribir nada, combatiendo a duras penas con la angustia. Se acuesta llorando y se despierta llorando. Se esconde de la gente y sufre ataques de pánico. Un día su mujer le pone un ultimátum: o pide hora con un psicoanalista, o ella solicita el divorcio. De la consulta, saca dos conclusiones. Primero, la típica de Freud, la culpa la tiene la madre. Y segundo que su vida era una farsa. Como suele ocurrir, la última le pareció más verosímil y menos socorrida, que la primera. Antes tuvo una cena en casa de Mario Vargas Llosa en Madrid, a la que asistió su amigo Ignacio Martínez de Pisón –el primer escritor al que entrevisté, cuando estaba en la radio pública en los años ochenta–. El Premio Nobel acababa de publicar un artículo en El País, sobre la impostura de Marco, que saludaba con ironía, su genial talento y le daba la bienvenida al gremio de los fabuladores. Vargas Llosa le dijo: "¿no te das cuenta, Javier? "Marco es un personaje tuyo! "Tienes que escribir sobre él!". Halagado, Cercas comenta: "es como si todos fuésemos un poco impostores". Hay un silencio y Martínez de Pisón dice: "sí, sobre todo tú". Todos se rieron, pero él, menos. Era la primera vez que le llamaban impostor. /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "El Impostor: Todos somos un poco actores" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/javier–cercas
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