Más allá de la vida examina con poética melancolía las vivencias de unos personajes, cuyas vidas se cruzan, en su atormentada relación con un mundo, donde la compasión y la indiferencia son difíciles de distinguir

El cine dirigido por Eastwood ha mostrado siempre una ambivalente relación entre los vivos y los muertos. Desde el universo oní­rico de su debut a lo Hitchcock en Escalofrí­o en la noche (1971) hasta la figura espectral de Gran Torino (2006), hay todo un recorrido por vengadores angélicos que irrumpen en el horizonte con dimensión fantasmal –como los protagonistas de sus westerns, Infierno de cobardes (1973), El fuera de la ley (1976), El jinete pálido (1985) o el mismo Sin perdón (1992) –. Sus protagonistas parecen a veces cadáveres vivientes –como el Red Stovall de El aventurero de medianoche (1982) o el Charlie Parker de Bird (1985) –. Incluso en las historias más luminosas –como Los puentes de Madison (1995) –, hay un secreto del pasado que transforma la vida en este presente mundo gris. Muchos han recordado, a propósito de esta última pelí­cula, el personaje de la médium Minerva en Medianoche en el jardí­n del bien y del mal (1997), que nos dice que "para entender a los vivos, hay que comunicarse con los muertos". /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "La vida más allá de la vida según Clint Eastwood" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/clint–eastwood
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