Los quinquis recorrían las calles, observando al que venía de fuera con ojos amenazadores.

"Por primera vez en mi vida –dice Cercas– encontré en un museo una exposición que hablaba de mí­ mismo, de mi propia experiencia". Allí­ habí­a máquinas del millón (lo que en otros paí­ses se llama flippers, ahora pinballs, que fueron muy populares en los años setenta), carteles de pelí­culas (al cine quinqui se dedicaron por completo directores como José Antonio de la Loma o Eloy de la Iglesia, pero también hicieron incursiones autores tan prestigiosos como Carlos Saura con Deprisa, deprisa) o carátulas de discos de Los Chichos o Los Chunguitos (que salí­an hasta en La edad de oro, el programa de la movida madrileña). Al final de la exposición habí­a una sala con grandes retratos en blanco y negro de muchachos de la época. Todos estaban muertos. Y el escritor se preguntó: "¿Cómo es que yo no soy uno de ellos?". Ese es el origen de su novela, cuyo protagonista no es un quinqui, sino un adolescente de clase media como Cercas. Ignacio Cañas conoce al Zarco –trasunto del Vaquilla–, en el verano de 1978 –cuando tení­a 16 años, como el autor del libro–, que inmediatamente le llama el Gafitas. /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Javier Cercas y las desconocidas leyes de la frontera" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/javier–cercas–ii


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