Como toda pesadilla, parte del temor a perder algo o alguien que queremos

A un verdadero creador se le exige siempre un profundo compromiso con su arte y una clara independencia de la industria, que no merme su capacidad comunicadora. La crí­tica suele admirar por lo tanto a aquel que manteniendo su carácter, es fiel a sí­ mismo y a su obra, aunque claramente se mueva contracorriente. El autor de El hombre sin rostro (1993) y La Pasión de Cristo (2004) cumple sobradamente todos estos requerimientos. Tiene una trayectoria tan personal que opera al margen de los grandes estudios de Hollywood, siguiendo sus propios intereses, pero a pesar de todo logra conectar con el gran público. Ha conseguido de hecho demoler uno de los más grandes mitos de la distribución cinematográfica: que es posible hacer abarrotar los cines con una pelí­cula hablada en una lengua desconocida, con todas las copias en versión original subtitulada, prescindiendo de todo doblaje... A pesar de todo ello, es evidente que Gibson no es precisamente alguien popular entre los aficionados al cine. Aunque su carrera como actor se halla vinculada al peor cine comercial norteamericano (la serie Arma Letal), la industria lo odia también por su independencia. Probablemente no haya alguien más aborrecido en Hollywood que él. Su problema es básicamente de imagen. Es alguien que resulta siempre excesivo, cuyas jactanciosas declaraciones suelen ser el colmo de lo polí­ticamente incorrecto. Lo mismo suena antisemita u homófobo, que mantiene un catolicismo fanático, cuya defensa de la familia se da de patadas con sus problemas con el alcohol y unas pelí­culas extremadamente violentas. Todo en él resulta extraño y grotesco, por un lado repulsivo, pero al mismo tiempo incomprensiblemente hechizante" /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "El Apocalypto de Mel Gibson" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/apocalypto


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