Para el hombre el poder ha sido siempre una perfecta excusa para, en el mejor de los casos, la indiferencia.

"Porque el Cordero que está en medio del trono", dice el mismo apóstol Juan los pastoreará, y los guiará a fuentes de agua de vida, y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Ap. 7:17). "Confortará mi alma", añade el salmista para describir la trascendencia del trato de su Señor. Porque su trato no se limitará, como ocurre con algunas de las más bien intencionadas empresas políticas, a cubrir nuestras necesidades básicas del cuerpo, dejando de lado las carencias de nuestra alma. No, Dios no actúa así de cruelmente con nosotros. Ni tampoco es como muchos religiosos que privan al necesitado de un vaso de agua por ser esta una necesidad demasiado básica. Frente a esa escasez, de la que todos hemos sufrido en algún momento, el Pastor dice "Si alguno tiene sed venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva" (Jn. 7:37–38). Y esto sin importar cuán seco esté nuestro corazón pues no está ninguno de nuestros corazones tan seco como aquella piedra que en el desierto sirvió para dar de beber a miles de personas y a sus animales (Nm. 20:11). /// Pablo Fernández nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Salmo 23: Una declaración de dependencia" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/salmo–23


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