El desencanto de los viejos revolucionarios ha mirado todo lo que se hace debajo del sol, y lo ha encontrado vanidad. Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse (1:14–15).

Estévez cuenta al hijo de un amigo qué ideales le movieron a él y a su padre, en los años sesenta. Su pensamiento entonces, se le antoja ahora un conjunto de tópicos repetidos a pares, que le resultan tremendamente contradictorios e increí­blemente falsos. Su idea dicotómica del bien y del mal no es para el personaje de Revolución más que una ficción. Pero en aquellos dí­as lo ficticio y lo ilusorio parecí­a haber ocupado el lugar de lo real, que es para Vázquez–Rial quizás la condición esencial de toda utopí­a. Una de las metáforas que recorre la novela asemeja la revolución a un juego de ruleta. La ingenua idea de aquel que cree tener la fórmula para descubrir el número ganador, y llevar así­ al casino a la bancarrota, es comparada al análisis pseudo–cientí­fico con el que el autor/protagonista preconizaba la revolución comunista. Su postura no es que fuera utópica, es que era una completa falacia. "La pretensión de burlar el cálculo de probabilidades mediante la intervención cí­clica en su cumplimiento es tan absurda como la pretensión de burlar las leyes de la historia, que son las leyes del caos..." /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Horacio Vázquez–Rial y la revolución perdida" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/horacio–vazquez–rial


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