Desde su adolescencia, se distanció de una comunidad centrada en la religión, para convertirse en alguien solitario y escéptico.

La intriga que produce esa escena aislada, un momento de una narración de la que se desconoce lo que precede y lo que pueda suceder después, viene porque congela un instante de un relato cuya trama se nos escapa. Hopper pinta la ausencia con una melancolía que recuerda a veces la tristeza de una vida acabada. Es la soledad del artista que acaba la representación, como se ve él a si mismo, con su esposa, en su última obra –Dos cómicos (1966), que podemos ver en la exposición–, o el payaso de Soir bleu (1914) –el cuadro que resume sus primeros años en París, inspirado por un poema de Rimbaud–. Se ha hablado mucho del silencio de sus pinturas, el vacío y la incomunicación. Hopper era un hombre alto y callado, de ojos muy claros –como podemos ver en el autorretrato que ha venido a Madrid–. Su mujer, Jo –que fue prácticamente su única modelo–, decía que hablarle era a veces como arrojar una piedra a un pozo, sin escuchar el eco del golpe contra el agua. Tiene esa mirada distraída, absorta en sus pensamientos, que nos atrae tanto como nos desorienta. TRADICIÓN BAUTISTA Tras dos breves estancias en Europa, Hopper vive hasta su muerte en Nueva York. Tenía desde 1908, durante más de medio siglo, un estudio en plena plaza del Village, Washington Square, que no abandona más que para pasar los veranos en Cape Cod. No frecuenta los cafés, ni los lugares de encuentro de la bohemia del barrio. Su obra es, sin embargo, todo un icono de la cultura americana. Cuadros como Nighthawks (1942) –que no está en la exposición, por cierto, ya que no sale nunca de Chicago–, nos evoca imágenes del cine negro, que todavía nos fascinan. Hopper se educa en la tradición de la antigua Nueva Inglaterra, bajo los valores puritanos de una familia de pastores bautistas. Su tatarabuelo fundó la iglesia en Nyack (Nueva York) en 1854, donde crece el pintor. El pastor Joseph Griffiths (1782–1860) había venido de Inglaterra en los años veinte, como anglicano, pero se hizo bautista en Estados Unidos. Formó una escuela dominical, hasta que se sintió llamado al ministerio y empezó la iglesia. La abuela de Hopper, Elizabeth Lozier, era de ori (...) /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "La mirada interior de Edward Hopper" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/edward–hopper
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