Sus lacónicas escenas de interiores nos revelan a individuos en el momento en que se desprenden de la máscara social y dejan salir su gesto taciturno.

En construcciones como la Casa junto a la ví­a del tren (1925) –que inspira a Hitchcock el escenario de la pelí­cula Psicosis (1960)–, muchos ven ′el perfil psicológico de esa ambigüedad puritana de fascinación y rechazo del mal′ –como observa el comisario de la exposición, Tomás Llorens–. Los lugares se convierten en algo extraño, que produce inquietud. ′La casa no es la casa –como dice Carlos Losilla–, sino la repetición de los dí­as, de la soledad, de ese permanecer en el umbral de las puertas y en los lindes de las ventanas para protegerse del mundo sin dejar de observarlo′. Esa mujer en la habitación; la pareja con el hombre leyendo el periódico, mientras la mujer toca distraí­damente la tecla de un piano; los patios de butacas con dos o tres personas; la mujer desnuda que mira no se sabe qué, por la ventana; son todos seres ensimismados. Sus lacónicas escenas de interiores nos revelan a individuos en el momento en que se desprenden de la máscara social y dejan salir su gesto taciturno. Son situaciones como las que se sorprenden al abrir por error la puerta equivocada –percibe Fietta Jarque–. /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "La mirada interior de Edward Hopper" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/edward–hopper
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