A éste ya no lo vuelvan a encerrar. éste viene conmigo

En un mundo que consideraba hostil y caí­do en desgracia para todos, Franz Kafka trabajaba esforzadamente en escribir libros que no complaciesen los sentidos. "En definitiva, –decí­a– creo que sólo deberí­amos leer libros que nos desgarren y quemen por dentro. Si el libro que estamos leyendo no nos agita y nos despierta como un golpe en la cabeza, ¿por qué deberí­amos molestarnos en leerlo?... Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como la peor de las desgracias, como la muerte de un ser al que queremos más que a nosotros mismos, que nos hacen sentir como si hubiéramos sido desterrados a los bosques, lejos de cualquier presencia humana, como el suicidio. Un libro deberí­a ser el hacha para el mar helado que hay en nosotros ". Su biblioteca personal incluí­a tí­tulos de Gustave Flaubert, Miguel de Cervantes, Fiodor M. Dostoievski, Arthur Rimbaud y por supuesto del danés Sí¶ren Kierkegaard, padre del existencialismo. A pesar de considerar a este filósofo cristiano como a un amigo, con quien creí­a compartir "la misma parte del mundo", quiso también mantener con él las distancias. A diferencia de Franz Kafka, Kierkegaard era notablemente más dado a la "decisión" que a la "perpetua sucesión del cálculo" –como lo definí­a el propio Max Brod. /// Pablo Fernández nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Franz Kafka: El transporte desde la vieja celda" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/franz–kafka
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