Dios permenecerá aquí­ miles de años después de nuestra muerte y no necesita que lo reinventemos cada 15 años

Al empezar su canción con la palabra "Jehová" o "Señor", podemos estar seguros de que el salmista comienza también descalificando cualquier lectura de interpretación privada que pueda hacerse del texto. Esto es especialmente importante decirlo hoy dí­a cuando este salmo parece que, por ser más de dominio público, puede utilizarse con más libertad como un mantra genérico en el que cada cual pone a su señor donde el salmista dice el Señor. Lo hemos visto hacer especialmente en el lecho de muerte de muchos como si fuese un abracadabra personalizable y ha quedado registrado en series de televisión como Lost o Glitch. El pastor, el Señor al que se refiere el salmista y al que se le atribuyen todos estos méritos, de quien proceden todos estos beneficios, no es sino Jehová, el Dios que se reveló a Abraham, Moisés y David. Es de ese Dios, eterno, revelado a sus hijos dentro de un tiempo y un espacio concretos, de quien quiere hablar. No es ese Señor el dios de los filisteos, de los cananeos, de los moabitas o de cualquiera que con ingenio haya sido creado cruzando unos con otros. Y no es, consecuentemente, ese Señor el dios que nosotros, con nuestra imaginación, por virtuosa que sea, pueda crear cinco, diez o veinte siglos después. /// Pablo Fernández nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Salmo 23: Una declaración de dependencia" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/salmo–23
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