La magia del programa pasaba por los encuentros con los personajes venidos allende los mares

O sea, uno de los grandes iconos del cine y la literatura de terror convertido en un personaje que, a pesar de reproducir un entorno entre tenebroso y polvoriento y de contarlo todo entre truenos, relámpagos, risas de malo (esas que quieren ser como más guturales) y unos extraños ritmos a medio camino entre zí­ngaros y sonidos de violí­n desafinado, se convirtió en el favorito de muchos niños. Eso sí­, recuerdo que al conde no le asustaba la luz (sobre los ajos no tengo referencias) y tení­a una obsesión por contar cualquier objeto, numéricamente hablando claro. De hecho (eso lo supe mucho después claro), existe la creencia de que los vampiros sufren de aritmomaní­a, un trastorno obsesivo compulsivo que consiste, precisamente, en tener que contar objetos o acciones continuamente. No es casualidad, pues, que el nombre original de mi querido conde fuera, en inglés, el de Count Von Count (un nombre más apropiado), un personaje incrustado en mi memoria infantil a la altura del Mazinger Z que se enfrentaba a un variopinto ejército de robots, de Pierre Nodoyuna (el afrancesado conductor malvado de los Autos locos, acompañado del inigualable perro Patán), de la Hormiga Atómica, del Lagarto Juancho o de Maguila el Gorila. O sea, psicodélicos y estrafalarios personajes que debí­an moldear la cultura televisiva de un tierno infante. /// Jordi Torrents nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "El Conde Draco: El monstruo favorito de muchos niños" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/el–conde–draco
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