Los largos silencios, la compañía de los árboles y las cascadas que rodean la mansión donde ocurre la puesta en escena, junto a la sensación de aislamiento vital y atmosférico se instalan en los últimos días de Blake (personaje totalmente inspirado en Ku
En esta película, Gus Van Sant vuelve a trabajar, después del polémico y pop experimento de reescritura cinematográfica que emprendió en Psycho (1998), con el director de fotografía Christopher Doyle, un auténtico artista independiente, rompedor de cualquier molde y acercamiento a lo típico, colaborador de Wong Kar–wai y Jim Jarmusch. En este acercamiento al mundo cerrado y lleno de códigos internos de los skaters, Van Sant nos guía por un sugerente paisaje adolescente, hacia el cruce de caminos por el que se saludan la juventud y la muerte, colocando incógnitas en relación a un crimen, y despejándolas después, a la par que se desvela el orden de los sucesos, algo que más tarde realizó Clint Eastwood en la primera mitad de El Intercambio (Changeling, 2008) Alex va mientras tanto de un lado al otro como el narrador de Memorias del subsuelo, de Dostoyevski: sin un rumbo fijo, alimentándose de ese vacío que le rodea, tropezando con desconocidos y anotando detalles febriles en su diario. Un chico que observa desde la distancia las imágenes hipnóticas en Super–8 de los patinadores en complicados saltos, unas imágenes de una fuerza descomunal, un torbellino por el que podemos caer a un denso y aplastante agujero de gusano, y precipitarnos hacia una singularidad. /// Daniel Jándula nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Gus Van Sant: Tres muertes + Una" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/gus–van–sant
http://dlvr.it/Sn8MMs
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