Si encuentro en mi mismo un deseo que ninguna experiencia en este mundo puede satisfacer, dice Lewis,la explicación más probable es que estoy hecho para otro mundo, sobrenatural y eterno.

Sobre Marilyn se ha escrito de todo. Es conocida su adicción a los tranquilizantes, su relación con los Kennedy, su matrimonio con el jugador de beisbol DiMaggio y el escritor Arthur Miller, su falta de puntualidad, desgraciada infancia e inseguridad ante las cámaras. Todo ello se ve –o se adivina– en Mi semana con Marilyn, pero se muestra también el otro rostro de Norma Jeane –su verdadero nombre–, asustadiza y neurótica, amante de la lectura y de Miller –que le recomienda leer la biografía en seis tomos de Lincoln, devorados con tal pasión, que en la película vemos su retrato en la mesilla, como si fuera su padre–. Marilyn se había casado a los dieciséis años –la edad a que se podía contraer matrimonio según la legislación de California–, con un marino mayor que ella, para escapar de la tutela del Estado, tras haber sido acogida en distintas familias –puesto que era de padre desconocido y su madre mentalmente inestable–. Mucho mayor era el deportista DiMaggio, con quien estuvo casada sólo unos meses. Así como Arthur Miller. Poco después de su boda, llega a Londres en 1956, para rodar a las órdenes del célebre Laurence Olivier, la película El príncipe y la corista. /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "Marilyn Monroe: La torturada belleza de Marilyn" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/marilyn–monroe
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