La genialidad de P. T. Anderson, es que convierte su trauma en la versión cinematográfica de la gran novela americana.

Las películas de Anderson son, sin embargo, bastante ofensivas para muchos creyentes. Muestran el sexo y la violencia de una forma tal, que crean un malestar creciente, que a medida que se enrarece el ambiente de la historia, le dejan a uno realmente perturbado. Su cine no es fácil de ver, pero es tremendamente esclarecedor sobre el problema del hombre. Por eso es que hay más realidad en sus imágenes que en todas las visiones supuestamente inspiradoras de aquellos que quieren usar la pantalla para transmitir valores morales y religiosos. El desequilibrado personaje de Phoenix –un inquietante actor, que se crió en los años setenta con su fallecido hermano River, en una familia de misioneros de Los Niños de Dios, viajando por toda Sudamérica–, vuelve desorientado de la segunda guerra mundial. En su obsesión por el alcohol y el sexo, se ha convertido en una bestia salvaje, que el dirigente de La Causa –magistralmente encarnado por Hoffman–, se complace en domar, como un desafío personal. Dodd muestra el encanto del fabulador, aunque a veces sea insultante y autoritario –como Hubbard–, aunque está dominado por su tercera esposa –trasunto de Mary Sue Hubbard, muy bien representada por Amy Adams–. /// José de Segovia nos habla hoy en entrelineas.org sobre " en el artículo "The Master: Todos seguimos a alguien" ❤ ¿Te parece interesante? Para saber más puedes seguir leyendo en entrelineas.org/revista/the–master


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